La pérdida auditiva es una condición que afecta a millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, no se presenta en todos por igual, ya que puede manifestarse en diferentes tipos y grados de severidad. Por tanto, comprender esto es esencial para obtener un diagnóstico preciso, así como un posible tratamiento con aparatos auditivos.
Existen tres tipos de pérdida auditiva: conductiva, neurosensorial y mixta. Su clasificación depende de la parte del oído que se encuentre dañada (oído externo, oído medio, oído interno), y se detecta mediante un estudio denominado audiometría tonal por vía ósea. Estas son sus diferencias:
Es la pérdida de audición que se puede localizar tanto en el oído externo como en el oído medio, y es de tipo conductivo debido a que impide la conducción normal del sonido al oído interno.
Por su parte, la pérdida auditiva en el oído interno se denomina neurosensorial, ya que influye en el funcionamiento de la cóclea y las células ciliadas del oído, encargadas de transportar la información sonora para que sea interpretada por el cerebro.
Por último, es posible que el daño causado en el oído pueda deberse a una afectación de tipo conductiva y neurosensorial al mismo tiempo. En estos casos, estamos frente a un problema de pérdida auditiva mixta.
Además de clasificarse en tipos, la pérdida auditiva también se divide en diferentes grados según su rango de intensidad: superficial, moderada, severa y profunda, que se basan en el nivel de dificultad que tiene el paciente para escuchar sonidos. Para determinar este grado, es necesario realizar una audiometría tonal por vía aérea que identifique el umbral de audición del paciente.
A continuación, te explicamos las diferencias entre los grados de pérdida auditiva y sus rangos de escucha en decibeles (dB), tomando en cuenta que 20 dB equivale a una audición considerada normal.
Se caracteriza por la dificultad para escuchar sonidos suaves, distantes o en un tono bajo (susurros, crujir de las hojas, etc.). El volumen mínimo que se alcanza a percibir se encuentra entre los 21 y 40 dB, similar al ruido de una biblioteca o un despacho tranquilo.
Se padece cuando existe dificultad para percibir sonidos en tono normal y a una corta distancia, por lo que solo es posible escuchar a quienes alzan la voz. Por lo mismo, las personas que la padecen también suelen presentar problemas para entender conversaciones en entornos ruidosos. El volumen mínimo que escuchan se ubica entre los 41 y 60 dB, equiparable con el ruido de una lavadora o un refrigerador.
Destaca por la incapacidad de entender la mayoría de las conversaciones, ya que la persona no escucha gran parte de los sonidos, a excepción de los más fuertes. Los niveles de sonido más bajo que perciben están entre los 61 y 80 dB, comparable con el ruido de un restaurante lleno o del tránsito pesado.
Se manifiesta cuando la persona tiene una audición tan limitada que no es capaz de percibir los sonidos a menos de que sean muy fuertes. Su nivel de escucha mínima está entre los 80 y 100 dB, equivalente al ruido de una motosierra o una aspiradora.
En primer lugar, para definir cualquier tratamiento, es necesario tomar en cuenta el tipo y el grado de pérdida auditiva que sufre el paciente, ya que estos datos determinarán si es candidato al uso de auxiliares auditivos. En caso de ser así, los estudios audiométricos serán la base para conocer el tipo de aparato y el nivel de potencia que requerirá.
En este sentido, también es indispensable recordar que cada usuario tiene una necesidad individual diferente, por lo que los aparatos serán programados y adaptados específicamente para el paciente que los utilizará. Sin embargo, tanto los estudios como el diagnóstico y el tratamiento deben ser dictados por un especialista, ya que es la única persona capacitada para hacerlo.
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